lunes, 11 de noviembre de 2013

Receta: bailar




Con el dolor se aprende. 
Es así, no hay más vuelta que darle. 
Y de dolores, créeme que sé. 
Ahora te escribo para pedirte que no me retés. 
Ya lo sé. Me equivoqué no viéndolo como al hombre equivocado que era. 
Y es la desesperación Negra, es el cansancio. Es este remar este hogar, esta familia. 
Y está mal. 
Reverendamente mal. 

No pude salir invicta de su encanto. 
Príncipe sapo, buscaba una princesa y yo solo era una ordinaria plebeya. 

Me llené de porqués. 
Y esta noche, mientras la casa sucumbe a la noche y al silencio, los empiezo a responder. 
No voy a explicártelo a él. 
Hace dos noches, lo solté. 
De mi corazón, de mi alma, de mi vientre. 
Lo solté de mis ojos. 
Lo solté de mis ansiedades. 
Lo solté de mis sueños. 
Lo solté de mi esperanza.

Lo dejé irse a retar la altura de sus montañas. 

Y decidí seguir con esta vida.
Con mis pocos y mis muchos. 
Y aunque inevitablemente algo me recuerda a él, puse en movimiento la maquinaria del olvido. 
La receta del desamor. 
Y en lugar de matarme con todas esas canciones que lo dibujarían hiperrealistamente entre mis brazos, empecé a bailar. Pusé la música al taco, y bailé. Y cuando mis brazos se movían, y mis caderas iban de aquí para allá, lo empecé a exorcizar. 
Y levanté mis brazos al cielo, y cerré los ojos y canté. 
Y desafine el dolor rasposo de las lágrimas que estaban enquistadas en mi garganta. 
Y ella cantaba "Muero por tí" y yo pensé que no, no me morí. 

Y ya no voy a morir más. 
No por él. 
No por aquel. 
No por ninguno de ellos. 

Y bailé, y sudaba, y mis piernas se cansaban. Mis rodillas dolían. Y tenía razón mi hermana y su lección de las endorfinas. Porqué me sentí bien. Y comprendí que también lo dejé ir porque yo quiero querer  el cuerpo que tengo. Porque amarlo a él, era querer ser como él, y no quererme a mí. Tener que luchar contra mi misma para tener una chance en su scouting de barbies. 
Y no Negra. 
No. 
Por qué sabes qué? No quería cambiar por él. No quería tener que esforzarme. Por ser mejor para él. 
Y lo solté. 
Y entendí que si algún día, un hombre me quiere, tendrá que ser por lo que soy por fuera y por dentro. Deberá quererme con el cuerpo que tengo. Deberá acompañarme a hacer la paz conmigo misma, no incitarme a otra guerra, donde gorda o flaca soy infeliz mirándome en un espejo. 

Y Negra, me moría de vergüenza cuando me pidió esa foto. 
Y junté coraje, y casi sin mirarme, me la saqué. Y se la envié. Y hoy sé que me equivoqué al hacerlo. Y me duele. Y aprendo. 
Y la música no para, y me sigo moviendo. Me miro en el espejo y sonrío, y mis mejillas están rojas, y no sé, no estoy segura, pero es uno de esos instantes donde podría decirte que soy feliz. 

Y sé que en un tiempo, voy a mirar para atrás, y él ya no me va a doler. 
Y no aparecerá en mis palabras. Y sólo será un punto perdido en  en mi escribir de todos los días.

Y quizá todo cambie. Y quizá no. 
Pero no quiero perpetuar más infelicidad de la necesaria Negra.
Junto Coraje.
 Hoy salgo al mundo real. Salgo a conocer personas de verdad. Salgo a pintar poesía en una pared cualquiera. 
Y me olvido de mis cansancios, dejo archivado en el segundo cajón de la mesada, todo eso que imaginé y  que no fue. 
Porque de eso se trata la ingeniería de la maquinaría del desamor. 
De dejar de intentarlo a él. 
Para intentarme yo. 
Tratar de ser feliz conmigo misma. Y comenzar a apilar los recuerdos, futura hoguera donde las llamas cauterizaran las nuevas viejas heridas de mi corazón. 
Y tendré listo un vino tinto, y una copa limpia, y brindaré por un paso dado hacia ese algo más. 
De a poco las lágrimas se van a secar.
Y mis manos olvidaran cómo escribirle un Te quiero.
Sólo voy a andar. 
Caminando se encuentran cosas, vos a eso, lo sabes.
Y quizá yo encuentre alguna esquiva felicidad...
Para mientras me muevo...no dejo de bailar

viernes, 8 de noviembre de 2013

Mi Waterloo





Quise ser delgada.

Con toda mi alma.
Quise ser bella.
Al precio que fuera.
Quise ser esa que se ríe con el timbre exacto que agrada a todos.
Con voz melodiosa.
Quise ser politicamente correcta.
Tener el cuerpo que algún hombre bueno querría.
Cuidadamente perfecta.
Y no me salió.
Soy una gorda.
Anónima
Estoy gorda.
Con 27 kilos de más.
Con 27 kilos de tristeza encapsulada.
Piel estriada.
Muchas veces reseca.
Me río sin mesuras y sin molderías,
me río a carcajadas poco diplomáticas.
y lloro con hipos desubicados, 
colados en las angustias que me atenazan el alma de vez en cuando.
Lloro con lágrimas que me enrojecen la mirada.
y necesariamente con muchos pañuelos de papel.
No sé llorar bajito.
No sé llorar modestamente.
Mis manos tienen puntos, suturas
cicatrices, quemaduras.
Mis uñas se quiebran y no sé pintarlas.
Sé acariciar con mis manos, pero jamás manicurearlas
Mis manos son fuertes. Pero también suaves.
Mis manos son herramientas, mis manos trabajan.
Mis brazos no tienen grandes músculos.
Tienen lunares. Uno grande y otros más chiquititos.
No son muy largos, pero para abrazar son altamente efectivos.
Tienen flaccidez. Pero para haberlo sostenido hubiesen alcanzado.
Mi rostro tiene el ceño heredado de mi viejo. 
Y su nariz también.
Tengo los pómulos de mi madre, y la boca de ella también.
Boca de comisuras caídas.
Boca de labios partidos que hace mucho que no besan.
Boca que calla dolores.
Boca que camufla con palabras escuetas, las profundidades de perros amores.
Tengo un rostro de luna llena, y cabello negro, con colores agregados
en unas cuantas crisis de peloidentidad.
Tengo pechos grandes, que han sabido alimentar a mi crías,
pechos que se mueven de acá para allá cuando los arcos del corpiño me hastian y me lo arranco sin más.
Pechos que ocultan mi pelotudo corazón.
Miran mis pechos, y jamás miran detrás de ellos.
Son un buen camuflaje.
Son pedazos míos de carne.
Pero nada más.
Tengo panza, una panza que se comió a mi cintura.
Una panza gorda, adiposa, llena de mis miedos, de mis inseguridades
El campo de batalla de mis vergüenzas.
Que se floreció de las estrías de las bulimias adolescentes.
De ser nido para ellas, mis pequeñas niñas.
Mi personal Waterloo.
La muralla de piel y grasas que me separa del resto del mundo.
Mi pecado y mi castigo, 
cuando me  miro en el espejo.
No soy capaz de verme.
Mis ojos oscuros,  se niegan, enfermos.
No quieren mirarme.
Es demasiado doloroso, pero así y todo lo intenté.
Traté de hacerlo.
Él me lo pidió.
Si sólo supiera el peso de lo que implicó mostrarle esas partes a él.
Partes que yo no puedo mirar.
Y me destrozó. Un poco más.
Y supe que para todos como para él, fui una cosa fragmentada.
Y estalle en un dolor avergonzado,
que durante muchos días, lloré.

Siempre no bella. 
Siempre no deseada.
Siempre no querida.
Siempre no amada.

Quise ser linda, pero la fealdad siempre me persiguió.

Y los libros se equivocaron.
No importó ser inteligente.
No importo ser apasionada.
No importo ser capaz de la absoluta ternura.
Si el envase no acompañaba.

Y para mi madre fui una vaca fea y gorda,
y para mi padre ni siquiera era.
Y empecé a buscar un amor que me salvara
aceptándome con mi panza y mis batallas.

No sirvió tampoco.

Porque el amor era para las lindas.

Yo era para levantar el ego.
Para una cojida en un telo.
Para hacer de puta.
Para hacer de psicóloga
Para ser amiga.
Y nada más.

Y me cansé.
Me cansé de intentar ser delgada.
Me cansé de tratar de ser bella.
Me cansé de luchar para ser amada.
Me hartó querer ser aceptada.

Y me enojé.
Porque me deformaron cuando yo todavía no podía entender.
Me presionaron para ser algo que no podía ser.
Era una nena.
No era una mujer.
No sabia lo que ahora sé.
Me incineraron junto con el amor que me debí tener.

Me malenseñaron.
Y ellos, todo ellos, se aprovecharon.

Y hoy lucho por escuchar a mi voz interior.
Por escuchar  ese susurro tenaz que dice que valgo, 
más allá de mi peso
más allá de la textura de mi piel
más allá del contorno de mi cintura.
Intento silenciar a mis verdugos.
A mis acusadores.
A esos hombres que solo me vieron cómo carne para devorar.

Ya poco importa si ninguno me amó.
Poco importa no ser la que ellos querían.

Porque después de todo,
en esta soledad, 
sólo estoy yo.
Con mis partes fragmentadas.
Con mi alma remendada.
Intentando.
Siempre.
Tenazmente.
Dolorosamente
 Esperanzada.
Mujer luchadora.
Mujer apasionada.
Mujer andariega.
Sobreviviente de muchas guerras.
Mujer Entera.











martes, 5 de noviembre de 2013

Aniversario




Hoy cumplimos 9 años juntos. Yo me acordé, de la manera en que me acuerdo de todo.
Recordé días donde organicé cenas, donde le mandé flores, peluches, desayunos, al trabajo. 
Recordé anillos de plata, con frases grabadas.
Hoy  +q  Ayer.
Era nuestra frase.
Hoy te Amo más que ayer. 
Hoy cuando cayó con una maceta con alegrías del hogar, no le devolví el saludo.
No me importó el gesto.
Si no hubiese traído nada, tampoco hubiera importado.
Hoy hubiese sido un buen día para inaugurar el primer día de mi libertad.
Pero me sigue faltando valor.
Me sigue faltando coraje.

Mi cuerpo al lado suyo, hiberna.
Lo miro dormir, analizo el contorno de su cuerpo delgado.
Muchas noches, lo he abrazado.
La costumbre de aferrarme a su espalda para dormir.
La costumbre de tenerme de la mano, para que no sueñe cosas feas.

Funciona.
No sueño.
Ni dormida.
Ni despierta.

Y entre montones de trapos, botones, y conos de hilo, desangro esperanzas.
Me brotan promesas de las venas.
Pensamientos que me dan fuerza.
Y me prometo salir adelante.
Me prometo éxitos esquivos.
Me prometo amores buenos.
Me prometo no dejar de luchar.

Porque eso he hecho toda la vida.
Luchar.
Hace 9 años luché por una vida con él.
Hoy lucho por una vida conmigo misma.
Por un atisbo de felicidad.
Por aprender por fin a perder.
Sabiendo que vacía de todo, puedo volver a empezar.
Cómo tantas veces lo hice.
Cómo debo hacerlo una vez más.
Y es que de tanto caer, 
si algo he aprendido,
es a levantarme...






Hojas secas en el pelo



Tenía 15. 
Yendo a los 16.
Estaba en tercer año.
A la mañana.
Viviendo en la loma del cuerno. 
Salía 6.45 todos los días para hacer los dos km entre las chacras,
hasta la parada del colectivo en la ruta 22.
Me daba miedo la oscuridad.
Pero de alguna manera estaba acostumbrada.
El otoño llegaba. 
Y las hojas de los álamos eran una lluvia de destellos dorados sobre mí.
Nadie me acompañaba.
Así que a juntar coraje.
Y a darle hasta la ruta.
Sola con mis pensamientos.
Un día un auto paró.
Era un vecino.
EL sex Simbol del barrio.
Trabajaba en la municipalidad.
Yo lo conocía.
Curiosamente hoy no puedo recordar su nombre.
Era alto. Mayor. Casado.
No me dió miedo.
Y subí.
Me llevó hasta el centro.
Y ahora que lo pienso.
No entiendo porqué. 
Si nunca fui linda.
Si nunca fui dueña de nada que fuera inteligencia.
Por qué paró?
Por qué me avanzó?
Por qué retorcida razón querer seducir a una adolescente regordeta y malhumorada?
Sigo sin entenderlo hoy, tantos años después.
Me acuerdo de que me enojé.
De que lo rechacé.
Y de que empecé a tenerle el miedo que desde un principio, debería haberle tenido.
La mañana siguiente, ya había hecho unos doscientos metros desde mi casa,
escuché su auto.
Ví los faros barriendo el camino.
No había lugar donde esconderme.
Corrí hacia la alameda de una chacra.
 Me metí en una acequia
Me tapé con las hojas.
El dorado del otoño me ocultó.
Él pasó lentamente.
Como si supiera que en alguna parte estaba yo. 
Escondiéndome.
Cada día se repitió la escena.
Si la tierra estaba húmeda,
mi escondite era la copa de algún manzano.
Pasaron unos meses así.
Dejé de usar mi campera rosada.
Empecé a usar ropa negra.
En la oscuridad me protegía mejor.
Nunca se lo dije a mis padres.
Ellos no hubiesen entendido.
Ellos no me hubiesen protegido.
La única evidencia de esta cacería,
eran las hojas secas que se quedaban
prisioneras en mi pelo negro.
Por suerte, el tipo se fue a otra ciudad.
Unos días antes de eso, lo encuentro en el almacén.
Salí, me estaba esperando para decirme
que no sabía cómo,
pero que yo me le había escapado.
Me arrinconó contra la pared,
su estatura me dominaba.
Y me prometío no irse sin antes haberme culeado.
Le pegué una patada en la espinilla.
Corrí a mi casa.
Y encerrada en el baño, vomité mis miedos.
Mi vieja pensó que estaba descompuesta.
Qué habría comido alguna porquería y me habría hecho mal.
Me aferré a esa verdad imaginaria.
Y no salí de la casa. 
No hasta ver por mi ventana, que se iba en su auto, con su mujer,
con sus hijos y el camión de la mudanza siguiéndolo.
De este hijo de puta me escapé.
Pero la suerte no me iba a durar para siempre.
Habrían otros infelices, para ocupar su lugar.




domingo, 3 de noviembre de 2013

Manos que hablan



en las manos esta escrita la vida de una persona
por eso hay manos suaves
manos recias
manos dulces
manos sucias
manos limpias
manos blandas
manos llenas
manos vacías
manos frías
manos cálidas
manos fuertes
manos débiles
manos pesadas
manos mudas
manos parlantes
manos que caen
manos que vuelan
y están tus manos
y estaban las mías
manos que no se tocaron
manos lejanas
manos que no pudieron
Manos las mías que amaron
manos las tuyas que no

jueves, 31 de octubre de 2013

Miedo



Miedo.
Cuando vi su respuesta tuve miedo.
El miedo que se espera cuando te van a dar un golpe.
Me borré de su vida, inconscientemente, esquivando ese imaginario golpe.
Tenia miedo. Miedo de que me lastimara. Miedo de que me hiriera.

Le pedí a una amiga que lo leyese y me dijese lo que él me decía.
Ella me vio.
Vio que mis manos temblaban. Vio mi cara preocupada. Me dijo "pareces asustada"
Y no me había dado cuenta.
Tenía miedo.

Y estos días sin hablarle. Mirando para adentro.
Mirando otros momentos. Entendiendo mis propias reacciones.
Voy viendo los hilos del miedo entretejidos en mi vida.

Claro.

Fueron demasiadas golpizas.
Demasiados castigos.
Demasiadas las veces en que ser obsecuente me salvaba de la paliza del día.
Nunca pude pegar fuerte.
Siempre fui la más petisita. La más chiquita.
Y siempre fui inteligente, muy a mi pesar.
Y siempre tuve algo de luz, en esa oscuridad.

Y a nadie le gustaba.

Y para apagarla. Para hacerme igual a ellos, me pegaban.

Se me hizo costumbre.
Decir que sí cuando queria decir que no.
Decir que estaba bien. Cuando todo estaba mal.
Bancarme las heridas, para que no viesen mi profunda vulnerabilidad.
Muchas veces le dijeron a mi mamá que me llevara a otro lugar. Porque yo tenía capacidad para mucho más.
Le leían mis cuentos. Le decían que era especial.
Pero ella no podía más.Con sus propias batallas, no podía hacer nada, para evitar las mías. Ella luchaba por sobrevivir su propia siembra de obsecuencia con mi viejo.

Y sí, era lógico.

Otro tipo que cuando se enojaba nos castigaba. No nos hablaba. Nos tenía adivinando a ver que habíamos hecho mal.
Yo quería preguntarle. Le explicaba lo que yo pensaba que había hecho mal. Pero él no quería explicaciones.
Nunca supe Qué era lo que queria.
Exigía.
Me exigía.
Y yo no sabía que quería.
Y me esforcé por aprender.
Aprendí todo lo que me sirviera para hablar con él.
Traté de ser la mejor alumna. Pero no alcanzó. Quería ser normal. Pero a él no le parecía bien. Y para no decepcionarlo hacia lo que supuestamente, lo haría feliz.
Y no.
Nunca lo hice feliz.
Nunca hice nada lo suficientemente bueno.
Lo suficientemente perfecto para que él me dijese que lo había hecho bien.
Seguramente me ha querido.
Después de todo, me mantuvo, después de todo se ocupo de que hubiera comida en mi plato. Y de que tuviera plata para las fotocopias en los años del secundario.
Me ha querido como él ha podido.
Pero no como yo necesitaba.

Y me fue hiriendo. Me minó la seguridad. Y yo niña, adolescente, mujer, no sabía como detener eso.
Y me llenó de miedos.
Y como no está bien vista la cobardía, me disfracé de mujer superada.
Aprendí a pegar antes.
Aprendí a dar miedo.
Aprendí a camuflarme entre las personas que me rodeaban.
Me fui perdiendo a mi misma.

Y ahora que empiezo a encontrarme.

Apareció él.
Y le tuve miedo. Pero el miedo no era por él.
Era miedo a que usara mis debilidades contra mí.

Cuando me explicaba su teoría de lo bien llevado de su soledad.
Me asusté. Porque vi ese atado de errores, que es mi vida, y vi que los podía usar contra mí. Porque en su exigencia utópica, vi un poco de esa exigencia que me ha torturado toda mi vida.

Le tuve miedo.
Y no quiero tener más miedo.
Y cómo no supe cómo explicarlo.
Porque no entendía ese temblor que me sacudía desde adentro.
Me tomé el palo. 

sábado, 26 de octubre de 2013

Una noche más

Trato de distraerme. 
En casa está todo mal. 
El quería garchar, y yo me hice la boluda. 
No tenía pila para ir al choque. 
Anoche salí, con la excusa de que por las elecciones y  de que mi cumpleaños caiga un lunes, no había otro día para hacerlo. 
Tampoco le gustó mucho.

Yo no tenía ganas. 
Estoy triste. 
Pero bueno.
Mi amiga, me insistió. 
Y para salir de estas tiranas ganas de llorar, la acompañé.
Es mi culpa. 
No hago las cosas bien. 
Creo que si junto coraje. 
Mañana mismo, aunque no tenga laburo, ni donde caerme muerta, voy a hablar con él y a decirle, que ya fue. 
Me voy a tirar al vacío.

De alguna manera voy a salir.
Y quizá el coraje me salga, de haber encontrado a alguien, y de que ya se haya terminado. 
Estoy tan desesperada. 
Necesitada de alguien a quien importarle. 
Alguien que no tenga miedo de estar conmigo. 
Que tenga brazos fuertes para sostenerme, en este momento tan complicado.

Siento culpa. Mucha. 
Yo alguna vez estuve enamorada de mi pareja.
Alguna vez lo amé con locura.
Y adonde se fue todo eso?
Me siento cobarde.
El miedo me habla, me aconseja.
Quizá deba remarla un poco más.
Intentar una vez más.
Dejar de pensar que merezco algo mejor.

Pero y cómo  hago para querer un beso suyo de nuevo?
Cómo aguantarme las ganas de correr la cara?
Cómo no limpiarme con la mano, la boca cuando me besa?

Cómo remar los silencios?
él no dice nada.
Y si empiezo a hablar se pudre todo.
Y sé que me va a herir.
Sé que va a tirarme con todo lo malo en mí.
Y me da miedo escucharlo
Y quizá por eso me callo.

Y extraño a Franco.
Porque me reía con él, aunque también me dolía.
Aunque sólo era algo virtual y hubiese dado todo
por tener las mil magias que lo hicieran real.

Él no pudo entender tampoco
el sabor a poco que me quedaba aunque estuviera 5 horas hablando con él
Él no pudo entender tampoco
que nunca fue un chongo.
Qué él fue un hombre por el que sentí que
otra vez mi vida florecía.

Él, con sus propios miedos, con sus seguras inseguridades.
Con esas coincidencias en el modo de decir las cosas.
Con la comodidad de su soledad,
Quizá sabiendo, quizá sin querer,
me hizo mirar para atrás.
Mirar la suma de mis errores.
Mirar que por cobarde.
Que por no ponerle un parate a esto,
mentí
y engañé
a quien una vez fue mi amor.

Y me sentí morir.
Y no podía seguir,

tuve que buscar otra vez esa soledad asquerosa
donde poder lamer mis heridas.
Y otra vez quise poder retroceder.
No haber sabido de él.
No haberme enterado de que existía.
Tener que olvidar.
Deber superar, para poder avanzar.

Y mientras me seco las lágrimas.
Mientras hago tiempo, para poder irme a dormir,
entiendo que rompo mi propio corazón.
Mientras lo miro hermoso
en el display roto de mi celular.

Y soy una porquería.
Porque queriendo a uno,
duermo con otro.

Y lo que me mata es saber, que ninguno me quiere a mí.









martes, 22 de octubre de 2013

El Coco





El Coco era mi padrino. Primo de mi viejo, había venido al valle junto con él. 
Vivía atrás del rancho que teníamos en la chacra. 
Era un peón, más o menos como mi viejo. 

Yo recuerdo algunas cosas de él. 
Recuerdo que mi mamá nos tenía prohibido estar cerca suyo. 
Pero yo me escapaba. 
Porque él me regalaba golosinas. 
Le hablaba por el ventiluz de la pieza. 
Y le pedía titas y caramelos fish. 
Yo lo quería a mi padrino. 
El me traía cosas dulces a escondidas. 
Aunque mi mamá se enojara y le gritara sí nos descubría. 

Claro. 
Yo no recordaba. 
Mi mamá sí sabía. 
Pero no sé porqué, yo no. 

Hasta que un día lo vi morirse. 
El Coco tomaba mucho. 
Y fumaba también. 
Cuando no estaba en la chacra, estaba en el boliche chupando o tomando con los otros peones y mi papá. 
Cuando estaba así, yo me escondía... pero no sabía porqué. 
Hasta que lo vi morirse. 

Al Coco le dio un infarto. 
Nadie sabia hacerle RCP. 
Eso era cosa de instruidos. 
Mi mamá si sabía. 
Pero parada al lado de él, se negó a ayudarlo. 
Yo no quería que se muriera. 
Quién me iba a comprar titas? 

Al Coco se lo llevaron. agónico, en la camioneta del patrón. 
Salieron todos junto con él. 
Y mi papá y mi mamá, en el apuro, se olvidaron de que yo no había subido. 

Me quedé sola en la chacra, y la pieza del Coco estaba abierta. 
Y entré. 
Y cuando me senté en su cama. 
No sé sí del susto de verlo con la cara pálida y la boca azul, me acordé. 
El Coco me daba las golosinas en su pieza. 
El Coco me acostaba en la cama. 
El Coco me tocaba. 
A él le gustaban los vestidos que mi mamá me ponía. 
Le gustaban las bombachas haciendo juego. 
Pero más le gustaba tocarse mientras me manoseaba. 
El Coco usaba mis manos para hacerse una paja. 
Mi padrino me compraba golosinas para hacerme ir a su pieza. 
Pero con 3, 4 o 5 años cómo saber que eso estaba mal? 
Cómo imaginar tan chica que él era un hijo de puta disfrazado de oveja? 

Mi mamá supo que algo pasaba, un día en que me estaba bañando con mi hermanito. 
Mi mamá escuchó algo que dije. 
Mi mamá vió como yo tocaba a mi hermanito. 
Mi mamá me preguntó. 
Mi mamá entendió. 
Mi mamá lloró. 
Furiosa lo quiso matar. 
Mi papá dijo que lo que yo decía no era verdad. 
Mi papá nos pegó. 
A ella por liera. 
A mi por mentirosa. 

Cuando al Coco le dio el infarto, mi mamá se las cobró. 
Lo dejó que se muriera delante suyo y delante mío. 
Y yo no me olvidé más. 
De las caras del Coco al tocarme. 
Y de la desesperación que tenía al morir. 
No sé sí fue al cielo. 
No sé sí se arrepintió. 

Hoy lo recuerdo como al primero de tantos hijos de puta que ensuciaron mi alma, profanando mi cuerpo con su inmundicia. 

El Coco me decía que me quería. 
El Coco mentía. 
El Coco era un pedófilo. 
Pero pobrecito. 
La victima fue él. 
Yo la mentirosa que sin querer lo descubrió. 

Así aprendí las reglas del silencio. 
Por eso, años después cuando otro enfermo apareció. 
Me callé. 
25 años. 
Me cubrió el silencio trágico de otra injusticia. 
Gracias al Coco. 
Y a que quién debía creerme y protegerme. Lo encubrió.
 

lunes, 7 de octubre de 2013

Hoy


me duele la cabeza
me duele la espalda
se quejan mis caderas
se doblega mi espalda
mis ojos arden
mis manos estàn heladas
mi boca silenciada
otra vez salpicada de esquirlas
otra vez renegada
otra vez triste
otra vez anegada
cansada
agotada
exhausta
agobiada
desganada
Solitaria
Perdida
Quemada
Incinerada
desesperanzada
adoloridamente calma
lacrimosa
patètica
lastimosa
furiosa
cauta
dudosa
mala actriz de felicidades falsas
madre
hija
hermana
no mujer
no amante
no amiga
no nada
inexorablemte nada
estrellada
siniestrada
atropellada
agotada
endurecida
quebrada
nada








domingo, 29 de septiembre de 2013

Carta 2



no estàs entendiendo, despertas en mì muchas cosas, y no querìa que despiertes deseo. y eso hicistes. al punto maldito de que me despertè esta mañana soñando que te besaba. y me despertè con la desazòn de lo que no serà. y un poco te odiè y un poco te quise màs. y no es asì. deberìas ayudarme a matar estos "pajaritos" desubicados. no estar haciéndolos crecer. para vos pareciera que esto es una joda, un chiste. no entendes que yo siento. no entendes que yo anhelo. no entendes que yo deseo. te deseo. que verte asì, sexy, hermoso, me debilita, me frustra. me deja necesitandote ahora, un poco màs. y NO quiero. decìs que hay que tener los pies en la tierra. y te mostras para mì, y me estalla el necesitar saber como es tu piel, y me brotan estas putas làgrimas. y me siento una polilla jugando con la incandescencia de esa luz prohibida, que la incinera, pero que la hace feliz

sábado, 28 de septiembre de 2013

Despertando


Me despertè como todos los dìas, y en el reconocer los ruidos comunes de mi dìa, como todos los dìas, mi cabeza comenzò a pensar, y mi corazòn a sentir. 
Y hoy se apagò un poquito màs el fuego que se encendiò.
Y hoy lo sentì un poquito menos.
Y en la rutina del movimiento, se transforma en algo màs que resolver.
Y en la reflexiòn de las charlas, me despierto a una nueva realidad.
Y lo dejo de idealizar.
Y empiezo a verlo como es.
Y me doy cuenta de que nunca fue èl. 
Siempre fui yo, buscando salir de entre mis 4 paredes.
De las paredes de mi casa.
De las paredes de mi cabeza.
De las paredes de mi corazòn.
Nunca fui suficiente.
Esta vez no es distinto.
Sòlo que ya no duele.
Sòlo que ya no importa.
Mi destino està màs allà de un hombre.
De cualquier hombre.
No sè si exista ese que disfrute del placer de amarme.
Y hoy importa un poco menos que ayer.
Y mañana otro poco menos.
Y los dìas van a pasar.
Y ya no habrà necesidad de encontrarlo.
Y alcanzarà conmigo para ser feliz.
Y no me despertarè con la sensaciòn de una cama demasiado vacìa.
Me voy a despertar sabiendo que esta vez no me dì contra el cemento.
Que esta vez despertè a tiempo.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Carta 1

hoy hace un dìa hermoso. ni una nube en el cielo. 
como todos los dìas estos dìas, me despertè y pensè en vos. 
ya no se si queriendo o si no. 
viendo los capullos de mi planta de damasco, no sè porque pero te los quise compartir. 
te grabè un audio, que no te mandè y es que intento mantener a raya lo que siento. 
hablo con mis amigas, que no saben que decir. 
intento racionalizar el porquè pasò. 
y en este filosofar emociones, sigo sin entender, por què querès que sigamos conectados. 
por què razòn queres entenderme. 
por què razòn queres que me apoye en vos.  
se me hace difìcil. 
de a ratos me olvido de este peso, y me río con vos, y hablamos de cosas comunes. 
pero de a ratos recuerdo este puto sentimiento, y me vuelven las ganas de llorar. 
y pienso en que mi estado natural es la soledad, esa del alma, esa de la cabeza, esa de la piel. 
sigo intentando tu famoso tener fè. 
te sigo necesitando. 
sigo queriendo hablarte, sigo queriendo escribirte. 
pero hay cosas que ya no puedo decir.
me estoy asfixiando.

Ayudame a respirar.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

El Guille

Me acuerdo de que me enamorè como una reverenda boba, a mis ojos, era lo màs lindo que habìa visto, se llama Guille (no se muriò todavìa, me cacho en diez) Hoy es un contador serio y con la misma cara de aburrimiento eterno de esos dìas. El asunto es que yo flashee en 3D con èl. Y yo que vivo y respiro y me nutro de palabras, no tuve mejor idea que escribirle una carta declarandole el boludo amor que le tenìa. Creo que tenìa una sobredosis novelera. O tal vez sòlo era una adolescente solitaria, intentando salir de la marginalidad de su vida en el peor barrio del pueblo. No sè realmente lo que pasò. Sòlo sè que le dije de la manera màs dulce posible que estaba enamorada de èl. Le dejè el sobre en la carpeta, en el ùltimo recreo. Y esperè. Al otro dìa, emocionadìsima, llego al colegio, y oops. Era dos cosas. Una paria para el grupo de èl. Y el chiste del momento para la otra parte. Mis compañeras me levantaron en peso. Porque yo, pobre ignorante, habìa roto no sè que còdigo contravencional sentimental. Habìa protocolos, y yo les pasè por encima aparentemente. El asunto es que el Guille no me habló màs. Me ignorò los 5 años que estuvimos juntos en las mismas aulas. Me hablaba 4 o 5 veces por año, si por esas cosas de la vida, tenìamos que compartir grupo de estudio. Pero nada mas. Yo me encerrè en mi burbuja protectora. Sin entender porquè me castigaron asì. Nunca màs cometì ese error. Nunca màs le volvì a confiar mis sentimientos a alguien. No sin estar segura con firma notariada, de que esa persona sentìa lo mismo que yo. Nunca màs me arriesguè. Hasta hoy. Hoy le dije a una persona que me pasaban cosas. No le dije "estoy enamorada de vos como una idiota" pero creo que el concepto quedò claro. Y siento alivio. Lo superè al Guille. Superè su desprecio. Superè ese silencio culpable que llevè encima 22 años. Le dije a esta persona lo que sentìa. Le dije de la tristeza de que haya pasado justo ahora. Y es que mientras escribo esto, por fin puedo soltar la piedra que tengo en el pecho, desde que tomè conciencia de lo que significaba toda esa felicidad, y esa alegrìa. Y tambièn siento paz. Porque dì un pasito màs. Juntè otro pedazo màs. Ahora, a salir afuera del caparazòn. Sin ese miedo. Màs allà de cualquier respuesta. Entendiendo que estas cosas pasan, y a veces sin buscarlas. Haciéndome cargo de lo que a mi me pasa. Un poco triste. Un poco aliviada. Pero en paz. Despuès de tanto tiempo, en PAZ.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Las princesas de mi castillo




miraba a mis hijas jugar, creando con almohadas y peluches un castillo donde ser princesas. 
donde eran las màs hermosas, con vestidos brillantes y las uñas con glitter violeta.
y pensaba
y còmo decirles que la vida no es asì. 
que no existen los prìncipes
que el glitter se despega, y que un dìa el brillo deja de brillar. còmo enseñarles desde mis propias desilusiones para que ellas no las tengan?  
còmo evitarles mis palos?  
còmo dejarles el rosa del castillo en las paredes de sus vidas? enseñarles a mirar de frente a la vida. 
a ser mujeres valientes. 
a ser mujeres con la fè intacta. 
còmo evitarles mis miedos? 
còmo no traspasárselos? 
solo las amo, las amo con cada hilo de mi alma, 
las amo con las cavidades de mi corazòn. 
con cada neurona de mi cerebro. 
con las entrañas. 
con mis huesos. 

viernes, 13 de septiembre de 2013

Kamikaze

Hoy pensaba en la fè. 
Pensaba en los dìas que han pasado. 
Pensaba en lo dificìl de este momento. 
En las dudas acerca de todas las decisiones tomadas y por tomar. 
Y pienso en ese conocido tan desconocido que se encuentra conmigo en una red de madrugadas y fibra òptica. 
Hoy me dì cuenta de que èl, me abriò el corazòn. 
De que con su humor y sus cuestionamientos, està reparando lo desconfigurado de mis percepciones. 
A veces sin hablar, sòlo compartiendo mùsica. 
A veces desnudando el alma. 
Dejando que entre a esos lugares, que hace mucho nadie transitaba. 
A veces pensando lo mismo, con las mismas palabras. 
Y me da miedo. 
Y me da seguridad. 
Y me enoja. 
Y me hace reìr. 
Y me acompaña. 
Y me deja. 
Y està. 
Sin hacerlo en realidad. 
Y a veces me quiero alejar. 
Empujada por los fantasmas de antiguos rechazos. 
Y me quedo por la fè que crece en mì. 
Por la fè que le tengo. 
Por la fè que me tengo. 
Por esta conexiòn que trasciende lo que hasta ahora conocì. 
Y por eso estas palabras, son hoy, para èl. 
Porquè està en mi cabeza, y goteando a mi corazòn. 
Porque salgamos o no de esta burbuja virtual,
me hace feliz haberlo conocido,
me hace bien,
me sana.


Gracias Kamikaze! 

jueves, 12 de septiembre de 2013

Noche


una parte de mì, està triste.
escondida entre las sàbanas frìas de mi cama.
èl querìa sexo.
y necesitando calor, yo aceptè.
y doliò.
doliò en la piel.
y doliò en el alma.
doliò dentro mìo. 
porque no era a èl, a quien yo deseaba.
yo necesitaba hacer el amor.
y el amor ya no estaba.
yo necesitaba el sexo de amantes.
y ya ni eso, somos.
en la eternidad de esos 5 minutos,
la oscuridad de la noche camuflò mis làgrimas.
no hubieron luces.
sòlo su placer.
sòlo su intento lastimoso, de que yo llegara a ninguna parte.
y me pregunto,  como pudo olvidar las caricias que yo amaba.
me pregunto,  como no recuerda que la noche se hacia fuego, con sus besos.
còmo no entender que sus 5 minutos de placer me hirieron un poco màs.
me lastimaron un poco màs. 
nos separaron aùn màs. 
y es que entiendo, en mi tristeza guardada debajo de mi almohada,
que èl no me quiere ver mujer lejana.
què el no quiere leer las huellas de mi ausencia en su piel.
èl no entiende que yo, a los remos que impulsaban a este amor, 
los quemè en una madrugada de frìo, 
cuando rechazò mi deseo por enèsima vez.
y en este desear otra piel, 
estoy sola,
acobardada,
y vacìa,
demasiado terrena,
para soñar
otros principios
entre las ruinas de este final.