Mi compañera de viaje, mi amiga, mi hermana.
Esa que escuchaba mis madrugadas en audios grabados, entre tazas de tè y puntadas de las màquinas.
Ella que me dice lo bueno, lo malo.
Ella, a la que amo y que me ama.
Confidente de pequeños detalles y grandes honestidades.
Con la que no hay caretas, ni juicios, ni criticas asesinas.
Somos las dos a flor de piel.
En lo triste y lo feliz.
En lo amargo de las distancias.
Nos sostenemos, cual lazarillos nos guiamos, cuando es la otra la que no puede ver.
Ella mi diosa morena, mi sostèn en esos dolores que solo otra mujer puede comprender.
Ella que es hermosa, y que igual de hermosa me vè.
La musa de estas palabras.
La mujer que me acompaña.
Que con su sensibilidad y gran corazòn, me sana.
Que entiende mis cicatrices, y no huye de mis marcas.
No serà mi sangre, no compartiremos carne.
Pero en esa genètica del destino que nos separò,
la vida, en un rapto de amor,
nos volviò a unir.
Y aquì estamos, a un oceàno de distancia.
Tan lejos de un abrazo,
que los kilometros se desdibujan,
y se hacen nada
y es que nos queremos con el alma
y nunca estamos solas
porque
trascendiendo espacios y tiempos
este afecto que nos une y nos liga,
viaja con nosotras,
en una cavidad del corazòn,
haciéndonos amigas y hermanas.
compañeras de ruta,
que por fin se han encontrado.
Mi Amor, mi Vikinga Morena, mi pequeño homenaje a vos. Te quiero. Sabelo.
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