Con el dolor se aprende.
Es así, no hay más vuelta que darle.
Y de dolores, créeme que sé.
Ahora te escribo para pedirte que no me retés.
Ya lo sé. Me equivoqué no viéndolo como al hombre equivocado que era.
Y es la desesperación Negra, es el cansancio. Es este remar este hogar, esta familia.
Y está mal.
Reverendamente mal.
No pude salir invicta de su encanto.
Príncipe sapo, buscaba una princesa y yo solo era una ordinaria plebeya.
Me llené de porqués.
Y esta noche, mientras la casa sucumbe a la noche y al silencio, los empiezo a responder.
No voy a explicártelo a él.
Hace dos noches, lo solté.
De mi corazón, de mi alma, de mi vientre.
Lo solté de mis ojos.
Lo solté de mis ansiedades.
Lo solté de mis sueños.
Lo solté de mi esperanza.
Lo dejé irse a retar la altura de sus montañas.
Y decidí seguir con esta vida.
Con mis pocos y mis muchos.
Y aunque inevitablemente algo me recuerda a él, puse en movimiento la maquinaria del olvido.
La receta del desamor.
Y en lugar de matarme con todas esas canciones que lo dibujarían hiperrealistamente entre mis brazos, empecé a bailar. Pusé la música al taco, y bailé. Y cuando mis brazos se movían, y mis caderas iban de aquí para allá, lo empecé a exorcizar.
Y levanté mis brazos al cielo, y cerré los ojos y canté.
Y desafine el dolor rasposo de las lágrimas que estaban enquistadas en mi garganta.
Y ella cantaba "Muero por tí" y yo pensé que no, no me morí.
Y ya no voy a morir más.
No por él.
No por aquel.
No por ninguno de ellos.
Y bailé, y sudaba, y mis piernas se cansaban. Mis rodillas dolían. Y tenía razón mi hermana y su lección de las endorfinas. Porqué me sentí bien. Y comprendí que también lo dejé ir porque yo quiero querer el cuerpo que tengo. Porque amarlo a él, era querer ser como él, y no quererme a mí. Tener que luchar contra mi misma para tener una chance en su scouting de barbies.
Y no Negra.
No.
Por qué sabes qué? No quería cambiar por él. No quería tener que esforzarme. Por ser mejor para él.
Y lo solté.
Y entendí que si algún día, un hombre me quiere, tendrá que ser por lo que soy por fuera y por dentro. Deberá quererme con el cuerpo que tengo. Deberá acompañarme a hacer la paz conmigo misma, no incitarme a otra guerra, donde gorda o flaca soy infeliz mirándome en un espejo.
Y Negra, me moría de vergüenza cuando me pidió esa foto.
Y junté coraje, y casi sin mirarme, me la saqué. Y se la envié. Y hoy sé que me equivoqué al hacerlo. Y me duele. Y aprendo.
Y la música no para, y me sigo moviendo. Me miro en el espejo y sonrío, y mis mejillas están rojas, y no sé, no estoy segura, pero es uno de esos instantes donde podría decirte que soy feliz.
Y sé que en un tiempo, voy a mirar para atrás, y él ya no me va a doler.
Y no aparecerá en mis palabras. Y sólo será un punto perdido en en mi escribir de todos los días.
Y quizá todo cambie. Y quizá no.
Pero no quiero perpetuar más infelicidad de la necesaria Negra.
Junto Coraje.
Hoy salgo al mundo real. Salgo a conocer personas de verdad. Salgo a pintar poesía en una pared cualquiera.
Y me olvido de mis cansancios, dejo archivado en el segundo cajón de la mesada, todo eso que imaginé y que no fue.
Porque de eso se trata la ingeniería de la maquinaría del desamor.
De dejar de intentarlo a él.
Para intentarme yo.
Tratar de ser feliz conmigo misma. Y comenzar a apilar los recuerdos, futura hoguera donde las llamas cauterizaran las nuevas viejas heridas de mi corazón.
Y tendré listo un vino tinto, y una copa limpia, y brindaré por un paso dado hacia ese algo más.
De a poco las lágrimas se van a secar.
Y mis manos olvidaran cómo escribirle un Te quiero.
Sólo voy a andar.
Caminando se encuentran cosas, vos a eso, lo sabes.
Y quizá yo encuentre alguna esquiva felicidad...
Para mientras me muevo...no dejo de bailar
Para mientras me muevo...no dejo de bailar