lunes, 1 de octubre de 2012

RECUERDO




Hoy recordé a ese tipo, a uno que conocí cuando llegué a Neuquén 
Y estaba sola. Tuvimos una historieta de 2 horas. Después no lo vi más. Hasta unos meses después de que nació mi hijita y yo había vuelto a trabajar. Ese día su sector de la Adm. Pública había hecho un evento en donde yo trabajaba. Me invitó a tomar un café, le dije que no podía porque salía corriendo a buscar a mi beba al jardín Maternal y de ahí a tomar el cole para llegar una hora después a mi casa. Se ofreció a llevarme así charlábamos en el viaje. Yo acepté, como una boluda. Debería haberme dado cuenta de que solo quería cojerme. Andaba más preocupada por el hecho de que a mi hija le habían recetado una leche maternizada carísima que yo no podía comprar de ninguna manera, y en esos raptos de cansancio que suelo tener, se lo conté. El paró en una farmacia y me compró la leche, así de una. Yo no supe qué hacer. Me sentía en una situación súper incómoda, pero pensé en qué mi beba necesitaba alimentarse bien y acepté ese “favor” que me hacía de onda, porque según sus propias palabras él era una buena persona y yo una piba sola con demasiado sobre los hombros. Que siempre que pudiera ayudarme lo iba a hacer. Le agradecí, por supuesto, y le dije que ni bien cobrara le iba a devolver el dinero que había pagado. Siguió con la sanata de la amistad y los valores hasta mi casa, donde me dejó. Unos días después apareció en la oficina, a “tomar un café”, justo en el horario donde estaba yo sola en el complejo. Cuando fui a preparárselo, me siguió a la cocina y me dijo que había ido a cobrar la lata de leche que había comprado para mi bebé. No reaccioné. Mi imbécil orgullo no me dejó. Me llevó de la mano al baño y se cobró. Sólo atiné a pedirle que usara forro. No dije nada más.No quería deberle nada.Lo dejé hacer. Inerme. Cuando terminó, se acomodó la ropa, y saliendo me dijo que iba a volver. Empecé a temblar. Si hubiera tenido algo en el estómago lo hubiera vomitado. Se lo conté a mi amigo. Él me dijo que rastreara la dirección de su casa y ubicara a su mujer. Lo llamé y le dije que si volvía otra vez le iba a decir a su mujer lo que él hacía. Lo que me había hecho a mí. Por supuesto me dejó a la altura de una de una arrastrada. Ya no era la piba sola con demasiado sobre los hombros. 
Como siempre, de todo lo malo y lo feo que me ha pasado aprendí algo: no aceptar favores de alguien que sólo te ve como un pedazo de carne con un agujero para cojer. Porque esos favores se vuelven en contra. Siempre.

1 comentario:

  1. SIEMPRE es una palabra muy grande para q una persona sola pueda sostenerla, aunque esa persona sea tan grande como vos...

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