Hoy recordé a ese tipo, a uno que conocí cuando llegué a Neuquén
Y estaba sola. Tuvimos una historieta de 2 horas. Después no lo vi más. Hasta unos meses después de que nació mi hijita y yo había vuelto a trabajar. Ese día su sector de la Adm. Pública había hecho un evento en donde yo trabajaba. Me invitó a tomar un café, le dije que no podía porque salía corriendo a buscar a mi beba al jardín Maternal y de ahí a tomar el cole para llegar una hora después a mi casa. Se ofreció a llevarme así charlábamos en el viaje. Yo acepté, como una boluda. Debería haberme dado cuenta de que solo quería cojerme. Andaba más preocupada por el hecho de que a mi hija le habían recetado una leche maternizada carísima que yo no podía comprar de ninguna manera, y en esos raptos de cansancio que suelo tener, se lo conté. El paró en una farmacia y me compró la leche, así de una. Yo no supe qué hacer. Me sentía en una situación súper incómoda, pero pensé en qué mi beba necesitaba alimentarse bien y acepté ese “favor” que me hacía de onda, porque según sus propias palabras él era una buena persona y yo una piba sola con demasiado sobre los hombros. Que siempre que pudiera ayudarme lo iba a hacer. Le agradecí, por supuesto, y le dije que ni bien cobrara le iba a devolver el dinero que había pagado. Siguió con la sanata de la amistad y los valores hasta mi casa, donde me dejó. Unos días después apareció en la oficina, a “tomar un café”, justo en el horario donde estaba yo sola en el complejo. Cuando fui a preparárselo, me siguió a la cocina y me dijo que había ido a cobrar la lata de leche que había comprado para mi bebé. No reaccioné. Mi imbécil orgullo no me dejó. Me llevó de la mano al baño y se cobró. Sólo atiné a pedirle que usara forro. No dije nada más.No quería deberle nada.Lo dejé hacer. Inerme. Cuando terminó, se acomodó la ropa, y saliendo me dijo que iba a volver. Empecé a temblar. Si hubiera tenido algo en el estómago lo hubiera vomitado. Se lo conté a mi amigo. Él me dijo que rastreara la dirección de su casa y ubicara a su mujer. Lo llamé y le dije que si volvía otra vez le iba a decir a su mujer lo que él hacía. Lo que me había hecho a mí. Por supuesto me dejó a la altura de una de una arrastrada. Ya no era la piba sola con demasiado sobre los hombros.
Como siempre, de todo lo malo y lo feo que me ha pasado aprendí algo: no aceptar favores de alguien que sólo te ve como un pedazo de carne con un agujero para cojer. Porque esos favores se vuelven en contra. Siempre.
Y estaba sola. Tuvimos una historieta de 2 horas. Después no lo vi más. Hasta unos meses después de que nació mi hijita y yo había vuelto a trabajar. Ese día su sector de la Adm. Pública había hecho un evento en donde yo trabajaba. Me invitó a tomar un café, le dije que no podía porque salía corriendo a buscar a mi beba al jardín Maternal y de ahí a tomar el cole para llegar una hora después a mi casa. Se ofreció a llevarme así charlábamos en el viaje. Yo acepté, como una boluda. Debería haberme dado cuenta de que solo quería cojerme. Andaba más preocupada por el hecho de que a mi hija le habían recetado una leche maternizada carísima que yo no podía comprar de ninguna manera, y en esos raptos de cansancio que suelo tener, se lo conté. El paró en una farmacia y me compró la leche, así de una. Yo no supe qué hacer. Me sentía en una situación súper incómoda, pero pensé en qué mi beba necesitaba alimentarse bien y acepté ese “favor” que me hacía de onda, porque según sus propias palabras él era una buena persona y yo una piba sola con demasiado sobre los hombros. Que siempre que pudiera ayudarme lo iba a hacer. Le agradecí, por supuesto, y le dije que ni bien cobrara le iba a devolver el dinero que había pagado. Siguió con la sanata de la amistad y los valores hasta mi casa, donde me dejó. Unos días después apareció en la oficina, a “tomar un café”, justo en el horario donde estaba yo sola en el complejo. Cuando fui a preparárselo, me siguió a la cocina y me dijo que había ido a cobrar la lata de leche que había comprado para mi bebé. No reaccioné. Mi imbécil orgullo no me dejó. Me llevó de la mano al baño y se cobró. Sólo atiné a pedirle que usara forro. No dije nada más.No quería deberle nada.Lo dejé hacer. Inerme. Cuando terminó, se acomodó la ropa, y saliendo me dijo que iba a volver. Empecé a temblar. Si hubiera tenido algo en el estómago lo hubiera vomitado. Se lo conté a mi amigo. Él me dijo que rastreara la dirección de su casa y ubicara a su mujer. Lo llamé y le dije que si volvía otra vez le iba a decir a su mujer lo que él hacía. Lo que me había hecho a mí. Por supuesto me dejó a la altura de una de una arrastrada. Ya no era la piba sola con demasiado sobre los hombros.
Como siempre, de todo lo malo y lo feo que me ha pasado aprendí algo: no aceptar favores de alguien que sólo te ve como un pedazo de carne con un agujero para cojer. Porque esos favores se vuelven en contra. Siempre.
SIEMPRE es una palabra muy grande para q una persona sola pueda sostenerla, aunque esa persona sea tan grande como vos...
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