domingo, 25 de noviembre de 2012

Lucas



Lucas

Siempre digo que en algún momento la vida te deja  de cagar a piñas y te tira algo bueno. A mí la vida me dió a Lucas. Es cómo un hermano. Más que un hermano, porque yo que tengo 2, Adrián y Fer, no tengo con ellos ni el 5% de la confianza que tengo con Lucas. Nos conocimos en Abril del 2003. Yo empecé a trabajar en la misma empresa donde él era chef. Me conoció en la época de las vacas flacas, porque yo no tenía ni 5 centavos en el bolsillo y estaba re flaca. Me vestía con una estética de laucha vintage terrible. Cuando me vio, según me confesó después, les dijo a los de la cocina “ y a este bicho de donde lo sacaron??”. Yo lo ví y con esa percepción que me ha caracterizado cacé al vuelo que era gay. Y como este tiene la costumbre de hacerse el simpático aunque por dentro te esté puteando en chino mandarín, y cómo yo acá estaba más sola que un hongo, me le pegué, y un sábado le caí cuando se estaba por ir a su casa, para salir a bailar. Ahora que lo conozco sé que me puso cara de “a esta la mato” pero no le dio para darme la patada voladora. Inclusive me llevó a una confitería a tomar un café para hacer la del confesionario de que soy gay  y todo eso, y ni así me espantó. Fuimos al único boliche gay de la zona, y lo pasamos bomba, en esa época descubrí que con un poco de alcohol en sangre me convertía en el clon de Shakira. Y desde ahí nos convertimos en compañeros de ruta. Por supuesto que también nos peleamos. Estuvimos cerca de 3 años sin hablarnos. O un poco más, no recuerdo, y lo extrañe como una desgraciada, lloré como una idiota cada 20 de julio, pensando en él. Porque la intensidad que tengo para todo en la vida, la tengo también para quererlo a él. Y un día no aguanté más y lo llamé. Y él que me súper conoce se dio cuenta de que era una bandera blanca ese llamado. Vino a casa a tomar unos mates y fue como si el tiempo no hubiera pasado. Hablamos lo justo y necesario. Sin revolear culpas ni reproches. Nos pusimos al día y cuando se iba nos abrazamos. No le dije, pero cuando se fué, me largué a llorar. A mí que no se me cae una lágrima ni por puta. Lloré por todo el tiempo que lo extrañé. Y lloré porque recuperamos el vínculo. Y porque me sentía otra vez completa con él en mi vida.  Desde ahí hablamos todos los días. Y nos juntamos aunque sea a tomar unos mates. Sólo él conoce esta doble vida mía con todos los detalles. Conoce mis miserias y mis riquezas. Y me banca como soy. Por eso digo qué es más que un amigo. Es un hermano. Un hermano que esta vida bipolar, me dio en un rapto de buena onda conmigo.

2 comentarios:

  1. Siempre he pensado que entre hombre y mujer no puede haber amistad que no termine en romance; me parece que sería un lindo final de la amistad.

    Un abrazo

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  2. Ey, hola! siempre decimos que vamos a terminar juntos, quizá no compartamos el amor físico de una pareja típica, pero compartimos todo lo demás... y nos vemos viejecitos sentados al sol, recordando lo vivido...creo que sería un buen final para nuestra historia... Y gracias por pasar, la verdad es que hace muchísimo que nadie me leía!!

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